Cada verano se repite la misma historia. Da igual si estás sentado en una terraza, si estás jugando a voleibol, estás paseando o te vas a dormir. Sin notar ni un mínimo roce en los brazos o las piernas aparecen las famosas ronchas rojas. Entonces llega el momento interminable: empiezas a rascarte como un loco y no puedes dejar de hacerlo porque si lo haces, el picor aumenta.

Picadura de mosquito. Foto: Saskia Heijltjes (CC BY-SA 2.0)

Picadura de mosquito. Foto: Saskia Heijltjes (CC BY-SA 2.0)

 

La sangre humana, su favorita

En todas las especies de mosquito, las hembras son las únicas que nos pican. No lo hacen como una actitud de defensa, como las abejas. Tampoco es su alimento principal, ya que tanto los machos como las hembras toman néctar de las flores. Lo que realmente necesitan las hembras son las proteínas que se encuentran en la sangre de animales para desarrollar los huevos, y los humanos somos un animal más.

Cuando una hembra se posa encima de nuestra piel, localiza un capilar bajo la piel utilizando sus palpos, que son unos apéndices sensoriales situados en la parte delantera de la cabeza. Una vez encima del capilar, utiliza un órgano que tiene forma de trompa, la probóscide, que vendría a ser su boca. La probóscide está compuesta de varios órganos y en su interior están los estiletes. Con estos, perfora la piel hasta que encuentra el  vaso sanguíneo. Cuando lo encuentra, empieza a tomar sangre a través de otra parte de la probóscide que sólo utilizan para succionar la sangre, el labro.

Al mismo tiempo que el mosquito va succionando nuestra sangre, también nos está inyectando su saliva a través de otro tubo, la hipofaringe. Esta saliva contiene proteínas con acción anticoagulante, de modo que mantienen el flujo continuo de la sangre e impiden que se cierre la zona perforada. De esta forma, pueden chupar la sangre más rápidamente sin que lo notemos.

 

Vídeo explicativo de la trompa de los mosquitos y cómo hacen las picaduras. Deep Look

 

Una reacción alérgica

Nuestro sistema inmunitario detecta las proteínas de la saliva del mosquito como antígenos, sustancias extrañas, y lo interpreta como un ataque. Como respuesta, algunas de las células de  la sangre producen anticuerpos en el área de la picadura. Estos anticuerpos estimulan los mastocitos, otro tipo de célula del sistema inmunitario. Los mastocitos cuando se activan producen histaminas. Estas sustancias activan la respuesta inflamatoria para proteger al individuo.

Cuando las histaminas se dirigen a la zona afectada ensanchan los vasos sanguíneos para poder viajar mejor. En consecuencia, la piel se inflama y se crea una roncha o hinchazón alrededor de la picadura.  Esta irritación nos produce la sensación de picor al afectar nuestra terminaciones nerviosas sensitivas.

Rascarse es peor

Entonces pasamos a la acción y nos rascamos sin parar. Pero lo que no sabemos es que rascarse empeora la situación, ya que estamos estimulando los mastocitos. Esto hace que liberen aún más histamina y, por lo tanto, el escozor aumentará, en un círculo vicioso si no somos capaces de aguantarnos. Podemos llegar a erosionar la piel muy fácilmente, lo que conllevará a menudo una pequeña infección dérmica ya que debajo de las uñas llevamos una  carga importante de bacterias.

Si aguantamos el tiempo suficiente la inflamación disminuirá gracias a la respuesta natural de nuestro cuerpo. Sin embargo, en casos más graves, se puede llegar a una reacción alérgica mayor que requiera la aplicación de medicamentos antihistamínicos o cortisona para frenarla. El mejor aliado para calmar el picor es el hielo, ya que el frío anestesia las terminaciones nerviosas y hace que no notemos tanto el picor. Podemos utilizar cubitos de la nevera envueltos en un trapo, o también conservar en el congelador alguna crema hidratante o calmante, que proporcionará el doble beneficio del frío más sus efectos naturales.