Al alimentarse de sangre, se le llama hematofagia (del griego αἷμα haima «sangre» y φάγειν phagein «comer”). Puede parecer una extraña manera de alimentarse, pero lo cierto es que esta estrategia está ampliamente difundida en el mundo animal, desde mamíferos a insectos, a peces y aves. Alimentarse de la sangre de otros ha evolucionado de manera independiente en diversos grupos taxonómicos, puede que hasta en 100 momentos diferentes, dando lugar a alrededor de 30.000 especies hematófagas. Desde vampiros, a mosquitos, mariposas, aves, sanguijuelas, pulgas, garrapatas, y un sinfín de animales que se han adaptado a estas dietas.

Para poder alimentarse de sangre los animales han tenido que sufrir cambios en su fisiología, morfología y conducta. La sangre es rica en proteínas pero pobre en vitaminas y carbohidratos, que requiere adaptaciones especiales, tanto genéticas como con comunidades de bacterias que les ayudan en ello. Además, la sangre es extremadamente rica en hierro, que en exceso puede resultar tóxica, requiriendo de mecanismos para bloquearlo y evitar intoxicarse.

Ser un chupasangres conlleva grandes peligros, el principal ser detectado por el huésped y acabar chafado por este. Para ponernos en su lugar deberíamos imaginarnos como abordaríamos a un animal cuyo peso fuese 35 millones de veces el nuestro. Debemos acercarnos a este gigantesco mastodonte y morderle tan fuerte como para hacerle sangrar. Es fácil morir en el intento. Esta relación es la que existe entre un humano de 70 kilos y un mosquito de 2 miligramos.

Encontrar al huésped del que extraer unas gotas de sangre tampoco es tarea fácil. En un bosque, posiblemente haya centenares de metros entre un mamífero y otro. En nuestra escala eso sería como desplazarse varios kilómetros para buscar alimento. Los mosquitos de ciudad lo tienen más fácil pues vivimos en grandes densidades. En todo caso es una actividad de riesgo, y todo y así ha evolucionado múltiples veces dando lugar a una variedad de chupasangres mucho mayor que la de los vampiros de ficción.  

Vampiros, dráculas y lampreas  

Algunos grupos son hematófagos obligados, es decir, necesitan alimentarse de sangre para sobrevivir. Este es el caso de los denominados murciélagos vampiro (Desmodontinae), un conjunto de tres especies de murciélago del continente americano que se nutren únicamente de sangre. Se alimentan de aves y mamíferos, incluyendo ganado y humanos. Una vez han localizado a un huésped, disponen de un sensor de radiación infrarroja que les permite detectar áreas donde la sangre fluye cerca de la piel. Con sus agudos y afilados incisivos realizan un corte en la piel, pero no cortan ni venas ni arterias. Su saliva, como la de los mosquitos, contiene anticoagulantes que prolongan el sangrado de la incisión. Sin embargo, no absorben la sangre, como hacen los mosquitos, sino que la beben a lengüetadas. Estos son los verdaderos vampiros.

Los vampiros no absorben la sangre, la lamen

El nombre de “vampire” se empleó en francés para describirlos en 1810, en referencia al folclore eslavo que pululaba por los Balcanes. A finales del siglo XVI, el escritor esloveno Janez Vajkard Valvasor documentó la existencia de un vampiro en Istria. El voz serbia “wampira” (wam = sangre, pir = monstruo) designaba al muerto que regresaba a alimentarse con la sangre de sus conocidos. El término entró en la lengua alemana cuando Austria obtuvo el control de parte de los Balcanes, y de ahí la palabra saltó y se popularizó en la Europa occidental, hasta el punto de bautizar con el nombre del mito a los murciélagos americanos que se alimentaban de sangre. En un giró de guión, posteriormente, los murciélagos acabaron personificando al vampiro folclórico de la mano de la novela «Drácula» de Bram Stoker. En realidad, los monstruos chupasangres como Drácula, presentes en muchas culturas, no tienen nada que ver con los verdaderos hematófagos sino con nuestros miedos internos, del pánico ancestral de imaginar a algo quitándonos nuestra energía vital. 

En las aguas del mar existe otro grupo de vertebrados que se alimenta de sangre. Se trata de las lampreas, peces de cuerpo alargado, cilíndrico, sin escamas, gelatinoso, muy resbaladizo. Carecen de mandíbula, en su lugar tienen una boca circular en forma de ventosa con varios círculos concéntricos de dientes. Con ella se enganchan a sus presas, raspan sus tejidos y les succionan la sangre. Sus huéspedes son diversos tiburones, salmones, bacalaos e incluso mamíferos marinos. 

Incluso entre las aves encontramos especies que hacen uso de la sangre para alimentarse. El pinzón de Darwin chupasangres o pinzón vampiro (Geospiza septentrionalis) de las islas Galápagos es famoso por su dieta inusual. Ocasionalmente se alimenta bebiendo sangre de otras aves más grandes, picoteándoles con su pico afilado hasta que brota la sangre. Una conducta que posiblemente evolucionó de su conducta de limpiar los parásitos de estas aves, a alimentarse directamente de las aves. 

En África los Bupaghus erythrorhynchus también se alimentan ocasionalmente de la sangre de los mamíferos de los cuales normalmente cazan garrapatas y piojos. Se ha visto que cuando se les permite escoger entre sangre y garrapatas, estas aves optan por la sangre.

Mosquitos: vida más allá de la sangre

Como los pinzones vampiro, muchos otros organismos no son hematófagos obligados, pudiendo obtener nutrientes de otros recursos al margen de la sangre. Este es el caso de los mosquitos. Estos insectos digieren la sangre, pero también consumen otras sustancias como el néctar o polen de las plantas. De hecho, los machos de los mosquitos nunca se alimentan de sangre, sólo las hembras pican, y no en todas las especies, ni siempre es así. Las hembras requieren la sangre para el desarrollo de sus huevos. Sus dosis de sangre son mayores cuando previamente no han podido alimentase de los azúcares que les proporciona el néctar de las flores. 

Los mosquitos Anopheles gambiae aumentan su frecuencia de picaduras si antes no ha tenido acceso a azúcares. Cuando combinan ambas fuentes de alimentación viven más tiempo, igual que se ha observado en el caso del mosquito común (Culex pipiens), Anopheles sergentii y Anopheles claviger. A pesar del cambio en la frecuencia de picaduras, se desconoce si implica una reducción en la transmisión de patógenos.

El mosquito tigre tiene preferencia por depositar los huevos en contenedores con flores cerca

Pero sí se tiene constancia de en las zonas en las que hay un gran número de plantas ricas en azúcares, el número de hembras del mosquito Anopheles sergentii puede ser cuatro veces superior al de zonas sin dichas plantas. Si bien la presencia de plantas con azúcares reduce el número de picaduras, también aumenta su longevidad, supervivencia y permite poblaciones más grandes de mosquitos, demostrando la importancia que tiene esta fuente alimenticia para los mosquitos. Y ofendiendo una oportunidad de regular las poblaciones de mosquitos controlando la comunidad de plantas de una zona.

Un trabajo llevado a cabo con mosquito tigre (Aedes albopictus) demostró que las hembras preferían depositar los huevos en contenedores con flores cerca, que en contenedores sin flores. Allí donde había flores con azúcares, había más huevos. Se sugiere que la selección de lugares de cría con flores sea para proporcionar una fuente segura de alimento a la próxima generación.  

Vampiros de vampiros

Ni los animales que se alimentan de sangre se escapan de que otros animales se alimenten de su sangre. Incluso los mosquitos son huéspedes de otros organismos que les extraen sangre. Se ha documentado de jejenes, unos dípteros pequeños, que parasita a los mosquitos, succionando sangre del estómago hinchado de un mosquito.

Los murciélagos vampiros poseen más parásitos que la media de los murciélagos, entre ellos los conocidos como “moscas de los murciélagos”, que todo y estar relacionado con moscas y mosquitos, tienen el aspecto de una araña, con el cuerpo aplanado, sin ojos ni alas, especializados en succionar la sangre de los murciélagos.

La práctica de la hematofagia por sí misma no es mortal, los animales que la practican nunca matan a sus huéspedes, como hacen los vampiros de ficción con sus víctimas, pero su práctica conlleva un riesgo: la posibilidad de transmitir enfermedades. La malaria, la rabia, la peste bubónica, el dengue, el Zika, la fiebre del Nilo Occidental, el tifus y un largo número de enfermedades son transmitidas involuntariamente por los diversos animales que se alimentan de la sangre de otros. Se ha visto que algunos patógenos incluso modifican el olor del organismo infectado para hacerlo más atractivo a los hematófagos, manipulando así al vector, pero de eso hablaremos en otro momento.

 


Referencias

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