Si hay un mosquito de ficción famoso, ese es el de Jurassic Park. El argumento de la película es bien sabido por todos, un equipo de científicos consigue devolver a la vida unos dinosaurios a partir del ADN recuperado de unos mosquitos prehistóricos. Los investigadores consiguen extraer sangre de la “última cena” de uno de los mosquitos atrapados millones de atrás en ámbar, muestra de sangre que perteneció a un dinosaurio (Fig. 1), a partir de la cual, consiguen secuenciar su genoma para clonar a uno de los dinosaurios que después se cenará a los propios investigadores.
El origen de toda la tragedia escrita por Michael Crichton se encuentra en un mosquito. Sabemos que el material genético no sobrevive tantos años como para hacer realidad la historia de Jurassic Park. Y aunque las técnicas moleculares han mejorado y han conseguido recuperar ADN antiguo de maneras que no podíamos ni imaginar unos pocos años atrás, hasta obtener el genoma completo de un caballo que vivió hace 700.000 años, el sueño de volver a ver andar a los dinosaurios sigue siendo eso: un sueño.
Si algún día las técnicas moleculares lo hiciesen posible el equipo de investigación que lo llevase a cabo debería contratar a un entomólogo para evitar los errores cometidos por los los equipos de las películas de Jurassic Park. Después de todo, sin mosquito no hay dinosaurio. O más bien dicho, sin sangre de dinosaurio dentro del mosquito no hay dinosaurio. Y es que el mosquito que aparece en la película cuando extraen la sangre del dinosaurio es uno de los pocos mosquitos que no pican y no se alimentan de sangre.
El mosquito usado en la película Jurassic Park es de los que no se alimenta de sangre, nunca podría contener ADN de dinosaurio en su cuerpo
No todos los mosquitos se alimentan de sangre
El mosquito de la escena pertenece al género Toxorhynchites, los mosquitos más grandes que se conocen, de ahí su nombre común de “mosquito elefante”, y también uno de los mosquitos que no son hematófagos (es decir, que no se nutren de sangre). En el fotograma de la película se aprecia la larga probóscide que forman sus piezas bucales, pero también que está doblada hacia abajo (Fig. 2). Este ángulo ayuda a estos mosquitos a alimentarse del néctar de las flores, no a atravesar la piel de ningún animal.
Pero no sólo la especie era errónea sino que el individuo aún agravaba más el fallo. El mosquito es un macho, se reconoce por sus antenas emplumadas que les permite detectar a las hembras a la hora de aparearse. Los machos de ninguna especie se alimentan de sangre. Sólo lo hacen las hembras. Bueno, en la especie utilizada en la película ni las hembras.
No todo lo que tiene aspecto de mosquito es un mosquito
En 1993 cometieron ese error, pero en 2014 con el estreno de Jurassic World les volvió a fallar el asesoramiento de algún entomólogos. Una vez más un mosquito atrapado en ámbar permite devolver a la vida a nuevos dinosaurios, pero esta vez el insecto del que obtienen el ADN tan siquiera es un mosquito. Se trata de una típula, que aunque su confusión con los mosquitos es común no tienen nada que ver con ellos, y no pican ni se alimentan de sangre (Fig. 3). De hecho, muchos de ellos tan siquiera se alimentan en su fase adulta. Así que difícilmente podríamos encontrar sangre de dinosaurio en su abdomen.
Si los encargados de la película hubiesen enviado entonces una foto del “mosquito” que iban a usar en la película a la app Mosquito Alert, el equipo de entomólogas y entomólogos les hubiesen notificado que no se trataba de un mosquito, evitándoles así el error. Los participantes de Mosquito Alert no lo hubiesen cometido. Por una vez que los mosquitos son protagonistas de una historia, y resulta que los individuos utilizados no son mosquitos.
Referencias:
Millar CD, Lambert DM. 2013. Towards a million-year-old genome. Nature 499: 34-35
Orlando L, Ginolhac A, [..], Willerslev E. 2013. Recalibrating Equus evolution using the genomes sequence of an early Middle Pleistocene horse. Nature 499: 74-78